28 de mayo de 2008

El lugar de la coma

Alberto Tasso

No hay otro signo de puntuación que exhiba una personalidad más modesta, y a la vez más rica que la coma.

El punto es, por ejemplo,tajante e inexorable. Él manda que las frases concluyan y representa así la vigencia de la Ley. Sin puntos un texto se vuelve abusivo,envolvente, agotador. Por eso el estilo periodístico, que Hemingway recomendó imitar, está hecho de frases breves y concisas. Como puñetazos, diría el autor de París era una fiesta.

Las comillas resaltan, destacan, recortan una palabra o una frase, la levantan ante los ojos del lector y nos dicen: "Presta atención a esta frase".

Los dos puntos marcan una expectativa creada para anunciar algo que viene después: el final de la frase.

¿Qué decir de los signos de interrogación, con los que nos preguntamos acerca de cosas ínfimas o trascendentes? Uno se pregunta ¿dónde habré puesto el llavero? Y también ¿cuál es el sentido de la existencia? Con la ayuda de estos mismos signos curvados, curiosos, benévolos, expresión del más profundo interés por conocer la realidad, por saber del otro.

Con la pregunta nace el conocimiento. Por eso los científicos dicen que el origen de un proyecto de investigación comienza siempre trazando el perfil de algo que ignoramos. Ese perfil es la pregunta, y hasta que no somos capaces de envasar en su molde mágico el tamaño de nuestra incertidumbre, no podemos avanzar en la búsqueda de su contrapartida, la respuesta.

La ciencia, dice nuestro Lito Schkolnik, no consiste tanto en respuestas como en preguntas. ¿Que antes lo afirmaron otros? No lo sé. No tiene importancia, puesto que el saber es la capacidad de preguntar ahora.

¡Pero me estoy yendo por las ramas! Pues lo que yo quería plantear es el grito alto de la admiración, del asombro, de ese dedo señalando un punto, que usamos para el aviso, para la exclamación, para la súplica, para la alegría exultante, para el dolor agudo.

¡Ay, qué pálida y sombría sería la vida de un texto sin la ayuda de estos punteros que le indican a la mirada el rumbo de nuestras pasiones!

En comparación con estos señores feudales de la puntuación ¿qué es la coma? A primera vista es justamente lo contrario: una sierva de la gleba, una modestísima ayudante de la escritura. Su nombre es Pausa, su sentido es el Suspenso. Ella nos dice: detén una fracción de segundo la lectura.

¿Puede concebirse una tarea tan módica, un servicio tan leve?

Y sin embargo, tan indispensable. Alguien dijo que la función de las ventanas consiste en interrumpir el recorrido del muro. Pues bien, idéntica función la de la coma, pero tan sorprendente que equivale a una ventana que aparece y desaparece en un instante. Y gracias a ello ventila la escritura.

La coma nos permite respirar. Sin ella nos agotaría la asfixia, el anhídrido carbónico de la letra.

Debo a mi amigo Mario Cerón el haber reparado en la trascendente misión de este signo. Me dirán que ya lo había advertido Sarmiento, o más bien la historia atribuida a Sarmiento en su diálogo con un maestro. Es aquello de "Sarmiento, dijo el maestro..." etc.

Pues bien, yo he adquirido conciencia nuevamente de la importancia de la coma gracias a Mario Cerón. Él ha sido mi Sarmiento, al afirmar que la máxima aspiración de un hombre sencillo consiste en "colocar la coma". Y eso me parece maravilloso. Nada de fundar ciudades, de construir la historia, nada de sueños irrealizables. Colocar la coma.

Agregar oxígeno a este mundo que asfixia. Respirar a pulmón pleno, Vivir. Sí, con la tarea pequeña, en apariencia prescindible. Pero poniendo allí, qué duda cabe, el sello de tu personalidad. ¿Quién se atrevería a pedir más?

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