11 de septiembre de 2008

Identidad sin definición


Los pueblos del norte descubrieron hace tiempo las evidentes ventajas de conservar su acervo cultural, no solamente para alimentar esa industria de la expoliación del prójimo que algunos llaman turismo, sino porque así aseguran su personalidad, el rescate de su historia y con ella la proyección al futuro y la fijación de rasgos que vienen desde muy antiguo y que forman parte de esa otra entelequia que muchos llaman identidad pero pocos saben definir.
Algunas voces se han levantado últimamente, reclamando para una de las tradicionales provincias como Santiago del Estero, la ubicación en otra región de la Argentina que no sea el norte. ¿Qué tenemos que ver con Tucumán, Salta, Jujuy o Catamarca, pueblos de montaña con rasgos andinos que nosotros desconocemos?, se preguntan.
La moda de nombrarnos como noroeste, es casi seguro que los confundió, ya que el decirnos así nos acota en el tiempo y en el espacio. En el tiempo porque es negar que para la historia siempre fuimos las provincias del norte, con sus mismas características, iguales defectos y virtudes y un mismo destino; y en el espacio porque así nombrados, es claro que estaríamos excluidos de lo que siempre fuimos.
Solucionados casi completamente nuestros problemas de límites, con gobiernos que desde hace varios años se nombran como hermanos a pesar de los diversos avatares políticos que se suceden en las casas de gobierno y completamente integrados por caminos más anchos y seguros que los de antaño, es casi seguro que se va forjando una nueva manera de ver la vida en sus respectivos pueblos. Mientras en otros lugares han desaparecido casi del todo algunos juegos infantiles como el trompo, la pallana, las bolitas, la rayuela, las figuritas, los barriletes, en esta remota región del mundo perduran casi como una gracia de Dios, que no abandona a sus hijos más desprotegidos, en este caso los niños.
Las múltiples contingencias económicas y políticas que se sucedieron en la Argentina, golpearon con más fuerza estas provincias mientras las –pocas- recuperaciones llegaron demasiado tarde. No parece el caso de estos últimos tiempos, pues se observa, en algunos casos a pesar de los gobernantes, una evidente mejoría en la producción de bienes, de manufacturas que en muchos casos son exportadas. Es posible que por mor de este creciente bienestar, muchos provincianos se lo piensen dos veces antes de seguir los pasos de los antiguos, que emigraron hacia los grandes centros urbanos de la Argentina, privando a sus lugares de origen de su mejor gente.
Cualquiera que visite Cafayate, Tafí del Valle, Humahuaca, Las Termas o el Rodeo, por nombrar solamente los centros turísticos más conocidos de cada una de las provincias del norte, notará que hay una renovada esperanza entre su gente, de que una situación de pobreza que viene de muchas décadas atrás, puede cambiar. Es más, para muchos el cambio ya comenzó con pequeños emprendimientos con o sin ayuda oficial. Desde panaderías, carpinterías o estaciones de servicio, hasta fábricas de hilados, cría de animales económicamente rentables o comercios de objetos tradicionales, en cada lugar la gente se va dando maña para conseguir el pan nuestro de cada día, sin necesidad de recurrir al empleo público.
Sin ir más lejos, esta revista está haciendo la prueba de volver a las fuentes, indagando a los pueblos del norte a los que irá llegando, qué han sido, qué son, adónde quieren llegar. Es intención de quienes preparan sus artículos, que su difusión los ayude a ponerlos en contacto unos con otros. O simplemente convertirse en un reservorio en el que guardar los deseos de ese futuro que cada uno avizora para su comunidad o –por qué no- para sí mismo.
Si estas páginas tuvieran como destino convertirse en un humilde soporte de lo que ha de venir, entonces se requiere de la colaboración de quienes se crean capaces de hacer su contribución para engrandecer estos remotos lugares que desde Buenos Aires llaman el norte. Para que más que una esperanza, desde aquí demos cabida a la premonición de lo que está por venir.
Que todos esperan que sea mejor que lo ya vivido.

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